viernes, 24 de mayo de 2019

El examen


Cuando eres un incomprendido no es culpa tuya, simplemente vives en un mundo donde te vas ahogando como un pez fuera del agua. Hasta que no encuentras la verdadera razón  que te hace vivir y salir de ese pozo. La gente no entenderá que tú veas las cosas más claras que los demás y tendrás que actuar en el momento adecuado.
    Alfredo era un joven de diecinueve años que estudiaba el último año de un ciclo de grado superior de Administración y finanzas. A Alfredo todos le decían que del fútbol no se podía vivir y que era muy difícil llegar a primera división. Pero su verdadero problema era amoroso, tenía sentimientos especiales por Estefanía Rodríguez que no se veían correspondidos. Ella sentía una gran admiración por Alfredo, Estefanía pensaba que era un gran muchacho pero había  una tercera persona, Carolina, que se interponía entre ellos. Él había intentado conquistarla pero Estefanía se mostraba esquiva por culpa de su amiga. No encontraba el momento para declarase. Su amiga siempre estropeaba su momento glorioso con alguna patraña sobre el muchacho, le hacía dudar de sus verdaderas intenciones. Estefanía empezó a llevar una vida alejada de Alfredo que debía entrenar y estudiar. La competición era dura y tenía que estar  concentrado, el muchacho sufría por amor. Veía que ella se distanciaba de su vida para estar más tiempo con Carolina y sus amigas.
    Transcurrió el curso y Alfredo había descubierto la razón del odio de Carolina hacia él y la manipulación de Estefanía.
    Llegaron los exámenes finales y el muchacho que llevaba a duras penas las asignaturas ya que había acudido a varios torneos que le había quitado tiempo. Tuvo éxito a los que fue pero sabía  que su historia de amor estaba inconclusa. Necesitaba saber si ella sentía algo más por él. No podía permitir que su amor se escapara entre sus dedos. Tenía que cerrar la mano y que la de Estefanía estuviera ahí.
     Alfredo se presentó al examen final de matemáticas. El profesor era el padre de Estefanía, el cual también se mostraba intratable. Un hombre serio y recto. En la sala el muchacho cogió el examen y unos folios, dejó a un lado el examen sin mirarlo y empezó a escribir en los folios:

   Estimado profesor
Quiero de verdad a su hija y por este motivo escribo esta carta, mis sentimientos son verdaderos y sinceros hacia ella. Se le han juntado amistades que le ponen en peligro a ella y a usted…

    Alfredo continuó escribiendo hasta que terminó su carta y rápidamente empezó a hacer el examen.  Finalizada la hora le entregó los papeles al profesor y se marchó.
    Cuando el profesor llegó a su casa comenzó a corregir los exámenes hasta que tuvo el de Alfredo ante los ojos. Al leer la carta se quedó sorprendido:

    …Su hija ha caído en el pozo de la droga, ha llegado a tal extremo que vende  los resultados de sus exámenes a cambio de dinero para comprar droga...

    El profesor terminó de leer la carta y fue a ver a su hija. La engañó diciéndole  que le iba a comprar un coche y debía que hacerse una analítica para el seguro.
   Por otra parte el profesor comprobó que muchos exámenes eran iguales sacando notas muy altas. Cuando recibió  los resultados de la analítica descubrió que el muchacho en su carta decía la verdad. Decidió volver a hacer el examen alegando que le habían robado el maletín. Esta vez dejó un borrador falso en el mismo lugar y el original lo escondió donde Estefanía no lo podía encontrar.
   El día del examen aprobó  poca gente. Las amigas de Estefanía se sintieron engañadas y le dieron de lado culpándole de su suspenso. Cuando se vio sola, comprendió que sus colegas tan queridas no le apreciaban. Quienes antes le hacían reír, ahora le hacían llorar. De mariposa a oruga que se arrastraba por el instituto. Se sintió un bicho y ante males mayores su padre la metió en un centro de desintoxicación.
   En el centro se dio cuenta del error que había cometido. Estefanía empezó a recibir cartas de Alfredo. Un día el muchacho recibió  correspondencia de Estefanía diciéndole que sus cartas le había ayudado mucho en su soledad. Ella esperaba que la visitara y le hablara en persona. Alfredo se decidió ir a verla y le llevó unas revistas. Le vio la soledad en sus ojos y ella le reconoció que había sido una insensata. Se dejó atrapar por la nube de la falsa amistad  y solo vio la luz de la realidad cuando estuvo sola. Ella le contó que al ver la cantidad  de casos de personas que lo habían pasado mal por culpa de la droga se asustó, comprendió que no era una broma y ella le reconoció la ignorancia propia de su juventud. Ahora había hecho planes y pensaba estudiar algo que le permitiera viajar y conocer otras culturas que no se basaran exclusivamente en el consumismo como diversión y entretenimiento. Él le dijo que una amiga había estado trabajando por las mañanas en el aeropuerto por horas y que podía estudiar de auxiliar de vuelo. A ella le atrajo la idea de tener esa forma de turismo siendo un trabajo. Tendría que prepararse para aprender varios idiomas y Estefanía lo vio con buenos ojos porque tenía la facilidad para otras lenguas. Alfredo le siguió contando que en caso de que se aburriera siempre podía contar con la opción de ser azafata de tierra. Ella se quedó contenta con la visita y le pidió que la volviese a ver.
     Llegó el día en que salió del centro y Estefanía se apuntó a la academia de vuelo. Allí el ambiente le gustó y olvidó la pesadilla del instituto. Alfredo se apuntó para estar con Estefanía porque tenía claro que de algo tenía que estudiar en caso de que el fútbol le fallara. Al final obtuvieron el diploma de auxiliar de vuelo y ella entendió que el pasado son raíces que se plantan en el presente y que dan sus frutos en el futuro.


Fin
#HoyNoPerderé

domingo, 24 de febrero de 2019

"Uma".




  

     Durante el mes de Noviembre de 2007 me di cuenta que mis días en casa de mis padres habían tocado a su fin. Tenía veinticinco años y era recepcionista en un hotel de cuatro estrellas. Me llamaba Ernesto Sarasola y no había terminado la carrera de Turismo. Mis padres se negaron a  avalarme en el alquiler del piso sin razón alguna. Pienso que nunca han confiado en mí y eso se debe a muchas razones y en especial que mi padre pensara que era un fracasado. Sin duda no lo era, pero mi padre me había pedido metas muy altas para mí y no comprendía que sólo eran delirios de grandeza. El quería que me hiciera millonario y el pobre iluso no razonaba las cosas que quería para su hijo. Mis padres tenían un pequeño negocio en un barrio obrero y ellos pensaban que era el mejor negocio del mundo. Pretendían que yo trabajara en el negocio gratis, ya que, según ellos, ya me daban de comer y cama gratis. Les dije que traer un hijo al mundo no era una inversión ni un negocio, simplemente es un acto de supervivencia de la raza humana y que tenían que pensar que yo había heredado sus genes y no los de Albert Eintein ni los de Bill Gates. Otro de sus delirios de grandeza fue la idea de que yo debía trabajar y estudiar, pues ellos pensaban que la educación me la tenía que ganar y esa era otra de sus tretas para que fuera a trabajar gratis a su tienda. Yo me negué y ellos en venganza me dieron la espalda cuando les dije que iba a estudiar Turismo. Así empezó mi peregrinación por las agencias temporales en busca de trabajo desde que terminé el Bachillerato y la PAU. Utilicé toda clase de contactos para conseguir un trabajo que me permitiera estudiar. Los veranos me los pasaba estudiando y trabajando en la construcción y cuando salía cansado de las mezclas del cemento y de cargar bloques no me quedaba otro remedio que ponerme a estudiar las asignaturas que me habían quedado para Septiembre. Me acostumbré al trabajo duro y al solajero pero pronto me llegó la suerte de mi vida, el aeropuerto. Empecé allí como agente de servicios auxiliares para una empresa de handling. Concretamente mi trabajo consistía en la carga de equipajes en los aviones y en los patios de entregas y facturación. Inicialmente me hicieron un contrato de diez horas y precisamente eso era lo que iba buscando para poder estudiar y trabajar a la vez.  Con el tiempo aumenté las horas a dieciséis e incluso podía trabajar los fines de semana que no tenía que estudiar. La empresa tenía dos departamentos más en los que yo, como conocedor del idioma de Shakespeare, podía trabajar, Operaciones y Pasajes. Había una diferencia, para Operaciones te pedían el PCP, que significa permiso de conducir en plataforma, mientras que en Pasajes no te lo pedían. Así que me presenté al PCP, y como cada vez que te presentabas era gratis, no dudé en pedir hora para el examen y como era habitual para mí ponerme a estudiar, me puse manos a la obra. Lo saqué a la primera y después de hacer el curso propio del departamento de Operaciones me pusieron a trabajar, pues ya tenía experiencia en la plataforma. Mis problemas laborales y económicos se habían solucionado y ahora se trataba de estudiar. Me costaba la asignatura de Derecho y Economía pues requería mucho tiempo y memoria. Mis padres estaban que trinaban debido a que no se esperaban que yo me buscase la vida y no hacían más que echar pestes de que trabajase para una empresa temporal, y que no tenía futuro, pues según ellos no iba a heredar el aeropuerto, mientras que su tienda sí. Yo les dije lo que voy a heredar son deudas que no pienso pagar ni tengo porqué. Seguí estudiando y llegué a defenderme en la lengua de Goethe. Hacía mis pinitos con el francés y llegaba a comprender que para estudiar hace falta tener un control mental y económico. Para ese control necesitas a tus padres que te tienen que apoyar en todo momento. Cuando estaba en tercero de carrera y tenía atragantada la asignatura de Derecho Administrativo de segundo, me planteé poner mi curriculum durante la campaña de invierno en los hoteles, pues en el aeropuerto sólo cotizaba por horas mientras que en los hoteles cotizaba la jornada completa. La verdadera razón de mi acto fue que la convivencia con mis padres era negativa y eso me afectaba en los estudios y lo que tenía claro era que no pensaba estar estudiando toda la vida. No les iba a dar ese gustazo y tampoco iba a perder el tiempo. Inesperadamente me llamó un hotel de cuatro estrellas y como vieron en mi currículum que tenía experiencia en las maletas y sabía idiomas, me ofrecieron el trabajo de botones. Me hicieron un contrato por un año y no dudé en aceptarlo. El hotel se ubicaba en Santa Cruz de Tenerife y pronto se me presentó la idea de independizarme, mientras, la carrera de Turismo la podía ir sacando poco a poco. Empecé de botones en Octubre de 2007 en el hotel y así empezó mi búsqueda de una habitación aunque más me seducía la idea de un apartamento para mí solo. Para ello me pedían un aval en las agencias inmobiliarias y me di cuenta que no lo tenía, acudí a mis padres pero éstos se negaron pues todavía estaban resentidos por no haber trabajado gratis en su tienda y me recriminaban que estaba trabajando de botones. Mi suerte cambió cuando hubo una vacante de recepcionista y me presenté. Sabían de mi trato amable con los clientes y que el poco tiempo que había estado allí no les había causado ningún problema. Ese día que renovaron mi contrato fue muy feliz, pero tenía el problema del aval, así que acudí a mi amigo Felipe. Me dijo que él aunque tuviera dinero no tenía la costumbre de avalar a nadie. Me dio sus explicaciones y yo las entendí. Me sentía decepcionado pues de nada me servían mis estudios ni mi carácter trabajador si no tenía un aval. Mi amigo Felipe se iba de viaje a Barcelona y me pidió que cuidase de su perra. Me dejó preparada la comida en una cesta grande y tan sólo tenía que abrir la casa, ponerle la comida y el agua y darle una vueltita al animalito. El primer día que fui le puse la comida pero no se la comió de inmediato, pero sí bebió agua. Llamé a mi amigo a Barcelona pero me dijo que había un día en que la perra comía de noche. Al día siguiente, terminado el trabajo fui a su casa después de coger el tranvía y vi que la perra no se había comido la comida, le puse agua y llamé a mi amigo. Me dijo que un día a la semana no comía y que esa era la razón, la perra estaba contenta y le di una vueltita. Me quedé preocupado y mayores fueron mis preocupaciones al día siguiente cuando mi padre se cabreó conmigo cuando compré una zapatera y una mesilla de noche, pues la mía, que tenía sus años, ya era hora de cambiarla, y a los zapatos también les hacía falta una zapatera. Me sentí con valor y mandé a mi padre a la mierda, le dije que no le aguantaba más y me fui. La perra tenía que comer y fui a ponerle la comida. Sin embargo me llevé una sorpresa, me recibió muy contenta pero me enfadé con ella, no había comido, apenas un fisquito de todo el bote que le había puesto. No encontraba la razón por la que no comía. Volví a llamar a mi amigo y éste me dijo que no lo entendía, alegó que la comida podría haberse estropeado por haber estado varios días expuesta a la intemperie. Me dijo que la cambiase y le pusiera nueva. Cosa que hice pero con el mismo resultado, así que volví a llamar a mi amigo y éste me dijo que a la perra le gustaban las latas de carne mezclada con pienso. No lo pensé dos veces y fui a la tienda de animales y compré varias latas de carne. Abrí una y se la mezclé con el pienso, mi sorpresa fue que la perra devoró la comida y eso me hizo feliz. Yo no sabía dónde dormir, así que llamé a mi amigo Raúl que me había hablado de una habitación libre en su piso. Tuve suerte porque la habitación todavía estaba libre. Ya tenía dónde dormir. Pasé la noche en la habitación y al día siguiente me llevé mis cosas. Después fui a darle de comer a la perra, a la cual ya le tenía cogido el truco, una lata de carne mezclada con pienso. Al par de días mi amigo vino del viaje y me llamó. Estuvimos hablando y comprendió que lo importante en la vida era la amistad y yo se la había demostrado. El me dijo: pídeme lo que quieras y simplemente le pedí el aval para alquilar mi piso. El no se negó y ahora veo que los días en mi vida son más llevaderos hacia la felicidad.

Fin
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